Cogió el recogedor
y la escoba
con determinación.
Parecía no darse cuenta
de la insensatez,
así que no le dije nada.
Dejé que agarrara
lo que necesitaba
y siguiendo con sus
reproches,
y sus
gruñidos,
se posó al extremo
de la playa
y comenzó a
barrer toda la arena
hacia el mar.
viernes, 20 de noviembre de 2009
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