lunes, 12 de octubre de 2009

A RORO MI NIÑO

El amor es como un recién nacido
que te enseñan envuelto en una gasa,
de quien sólo ves la carita,
los ojos, esa nariz diminuta
y su boca imperfectible.

Cuando lo dejan en tu habitación,
al amor,
lo miras desde tu cama
sin creerte
que tanta belleza tenga
algo que ver contigo.

Cada cosa que tú comes
pasa a él
a través de ti
y deja en su boca
un reborde blanco
y cremoso.

Y deseas con toda tu alma
ver cómo discurrirá
cada estación del año
sólo porque él está presente,
como un dulce cataclismo
que transforma todo lo que conoces
durante sus primeros
trescientos sesenta y cinco días.

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