Esa niña pequeña
de ceño fruncido,
gorro y abrigo abotonado,
habría sido otra
si uno de esos botones
hubiera cobrado vida,
le hubieran salido brazos,
piernas
y una cabeza con voz
subterránea y buena
que le acariciara,
a cambio de nada,
por las noches la mejilla .
viernes, 9 de octubre de 2009
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