Me duelen los ojos
de las mujeres
que miran las pantallas
temblorosas de sus móviles,
-campana de Pavlov,
salivación feliz-.
Los ojos de las que hemos deseado
en algún momento
un amor dodecaedro
diminuto.
Solicito, antes los dioses etruscos,
un futuro en el que unos ojos
maquillados
dominen la jauría.
domingo, 4 de octubre de 2009
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