Abrió la mano
y te ofreció sal
y azúcar
Te cubrió con una manta
y te puso el espejo más grande
a tus pies
Dejaste de ser mendiga
y dar para recibir
La suciedad fue soltándose
conforme te lanzabas por el tobogán
Y te dio igual el pánico a la caída
si solo podías saltar.
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